Abril 25, 2019 |
El Disco de oro de las sondas Voyager 🚀
Las sondas Voyager 1 y 2 se lanzaron en 1977 y desde entonces se encuentran explorando el sistema solar exterior
La primera sonda Voyager se lanzó el 5 de septiembre de 1977 precedida por el lanzamiento de la sonda Voyager 2 el 20 de agosto de 1977, ambas desde Cabo Cañaveral.
La misión, destinada a explorar el sistema solar exterior, tenía una duración inicial de 5 años. Sin embargo, en 2013 la sonda Voyager 1 se convertía en la primera creación del ser humano que alcanzaba el espacio interestelar. La Voyager 2 salió del sistema solar interior el 10 de diciembre de 2018.
Las posibilidades de que una civilización extraterrestre encuentre las sondas Voyager en el inmenso vacío del espacio son inmensamente pequeñas pero no es imposible. Por tanto, antes del lanzamiento de estas sondas, el personal de la NASA planteó la idea de añadir una carta de presentación de la Tierra en estas sondas y pidió al astrónomo Carl Sagan que preparara un mensaje para dicha posible civilización extraterrestre. Este mensaje permitiría enviar una selección de la mejor música procedente de la Tierra, fotografías de nuestro planeta y de los seres humanos además de sonidos típicos de la Tierra, tanto naturales como tecnológicos. El Disco de oro de las Voyager, titulado “The Sounds of Earth” es por tanto el disco fonográfico que acompañaba a las sondas Voyager en su misión espacial guardando toda esa información.
La opción del disco fonográfico como formato de almacenamiento de esta información se mostraba como una opción resistente a posibles degradaciones producidas por la radiación espacial y los campos magnéticos. Las marcas sobre la cubierta del disco, que aportan información sobre cómo acceder a su contenido además de la descripción de la posición de la Tierra en el espacio, podrían durar cientos de millones de años en el espacio interestelar al tratarse de un disco fonográfico de metal adecuadamente resguardado. Además, encima del disco hay una muestra de gran pureza del isótopo de uranio-238 que tiene una vida media de 4468 millones de años. Gracias a esta muestra de uranio, las posibles civilizaciones extraterrestres que capturen las sondas serán capaces de saber con precisión la época en la que se fabricó.
Lo primero que se encuentra al reproducir este disco de oro son saludos en 56 idiomas diferentes. Uno de los saludos más curiosos puede ser fácilmente el saludo en Amoy, dialecto chino: “Amigos del espacio, ¿cómo están ustedes? ¿Han comido ya? Vengan a visitarnos, si tienen tiempo”; por el contrario, el saludo que se envió por parte de nuestro país dejó un poco que desear: “Hola y saludos a todos”. Después de los saludos nos encontramos con sonidos procedentes de la Tierra como terremotos, rayos, ruidos de animales, risas, el latido de un corazón, el sonido del fuego,… ¡hasta el sonido de agua hirviendo en una cazuela! Finalmente llegamos a la música y vemos que los extraterrestres podrían disfrutar tanto de la música tradicional como de música clásica o rock. Además Carl Sagan incluyó un archivo de una hora de duración con las ondas cerebrales de una mujer enamorada, Ann Druyan, que posteriormente terminaría siendo su esposa.
Aparte de los sonidos y la música nos encontramos con imágenes que aportan información sobre el tamaño y la posición del Sol, unidades de medida del tiempo en nuestro planeta, operaciones matemáticas, etc. Se encuentran también imágenes tomadas por otras sondas sobre los planetas de nuestro sistema solar y multitud de imágenes sobre la vida.
La fuente de energía nuclear de estas sondas es el secreto de su longevidad, no dependiendo de baterías solares sino de los llamados generadores termoeléctricos de radioisótopos. Pero la potencia de estos generadores va disminuyendo irremediablemente año tras año y las sondas van apagando sus instrumentos uno a uno. Esta fuente de energía llegará a agotarse en torno al año 2025, casi medio siglo después de su lanzamiento, siendo imposible el envío de información desde sus antenas hacia la Tierra. Aun así, estas sondas podrían ser capaces de reproducir nuestros mensajes terrestres a quienes las encuentren. Pero, ¿quién las encontrará? Quienes tienen mayor probabilidad de encontrar las sondas Voyager somos nosotros mismos. Los avances tecnológicos acabarán por permitirnos a los seres humanos alcanzar las sondas que se encuentran en el espacio interestelar y recuperar la información que nosotros mismos enviamos al espacio. En este caso, las sondas Voyager y su disco de oro no habrán servido de carta de presentación para civilizaciones extraterrestres sino de simbólicas cápsulas del tiempo del año 1977 en la Tierra.
“El lanzamiento de esta botella dentro del océano cósmico dice algo muy esperanzador sobre la vida en este planeta”
Carl Sagan