Mayo 21, 2019 |
Las misteriosas mariposas del alma 🧠
Los seres humanos tenemos casi 100 mil millones de neuronas, más de 10 veces la población mundial y casi tantas como estrellas tiene nuestra galaxia
Si existiera un órgano capaz de representar lo que hace miles de años se conocía como “alma” sería el cerebro. Es la parte de nosotros que nos aporta una identidad única e irrepetible, controlando todos los aspectos de nuestra vida. Siendo probablemente la herramienta más fascinante no solo de nuestro organismo sino del universo, es a su vez la más desconocida. Sabemos que nuestro cerebro, dividido en distintas partes encargadas de tareas específicas, interpreta la información procedente de nuestros sentidos, la recoge y la analiza. Sin embargo, aun conociendo este proceso se asume también su complejidad, existiendo multitud de información del comportamiento de nuestro cerebro que se nos escapa, misterios del cerebro aun por resolver. El órgano que nos identifica y nos define es paradójicamente a su vez el que mayores secretos nos guarda, escondiendo aún durante siglos innumerables incógnitas para la ciencia.
La neurona
Los seres humanos tenemos cerca de 100 mil millones de neuronas, a las que Ramón y Cajal llamó mariposas del alma, que se comunican mediante impulsos eléctricos. Estas comunicaciones o conexiones neuronales no son neurona a neurona, cada neurona recibe de media 1000 conexiones. Esto supone que en nuestro cerebro tengamos alrededor de 100 billones de conexiones sinápticas.
Una neurona es una célula componente principal del sistema nervioso que está formada por un cuerpo celular denominado soma; una o varias prolongaciones cortas que generalmente transmiten impulsos hacia el soma celular, llamadas dendritas; y una prolongación larga, denominada axón. A través de las dendritas llegan impulsos químicos de moléculas químicas y se transmite así información a la neurona. El axón se encuentra cubierto de un aislante que recibe el nombre de membrana o vaina de mielina. La membrana de mielina no es continua, tiene huecos o canales para que la neurona pueda generar un impulso eléctrico, lo que se llama un potencial de acción. Dentro del axón encontramos iones cargados negativamente y fuera iones cargados positivamente que no pueden atravesar la mielina. Los canales, llamados dependientes de voltaje, se abren cuando llega información a través de las dendritas y hay que transmitir un impulso eléctrico para que entonces los iones positivos, iones sodio, entren. Es entonces cuando la neurona dispara un potencial de acción y gracias al axón se conducen los impulsos desde el soma hacia otra neurona.
Regiones cerebrales
El cerebro, correctamente denominado encéfalo, se encuentra dividido en distintas regiones. Cada región se ocupa fundamentalmente de una función.
Los ojos envían la información visual al lóbulo occipital que se encuentra en la zona posterior del cráneo, cerca de la nuca. El lóbulo occipital desempeña por tanto un papel crucial en el reconocimiento de objetos cuya luz es proyectada sobre la retina. Sin embargo, esta zona de nuestro cerebro es la que nos permite ver de forma consciente pero no tiene la capacidad para crear imágenes coherentes por sí misma; esto ocurre a partir del procesamiento de los datos recibidos por el lóbulo occipital en otras zonas del cerebro. Se envía la información a la zona frontal del cerebro a través de distintas vías que trabajan en conjunto para procesar la información: la vía dorsal se dirige al lóbulo parietal y permite procesar “dónde” está lo que estamos viendo y la vía ventral se dirige hacia los lóbulos temporales y nos permite saber “qué” estamos viendo.
El lóbulo parietal, que recibe por tanto información visual proveniente del lóbulo occipital, trabaja creando asociaciones entre la información visual y multitud de datos provenientes de otras áreas cerebrales. Se encarga así de procesar información sensorial proveniente de diversos estímulos, analizando sensaciones de temperatura o presión, el sentido del tacto, el dolor, etc.
Los lóbulos temporales, situados en la zona de las orejas, desempeñan por tanto un papel importante en tareas visuales complejas, como el reconocimiento de caras y son importantes también para el equilibrio. Sin embargo, se centran principalmente en la recepción y el procesado de información proveniente de los oídos, encargándose así del manejo del lenguaje auditivo y los sistemas de comprensión del habla.
La planificación de nuestro futuro o la toma de decisiones racionales se produce en el lóbulo frontal, zona asociada al raciocinio. Es el lóbulo más grande del cerebro humano y se caracteriza por tanto por su papel en el procesamiento de funciones cognitivas complejas: la planificación, coordinación, control y ejecución de la conducta. Sin embargo, si esta parte asociada al raciocinio se desconecta de la parte emocional, las decisiones que tomamos los seres humanos se vuelven generalmente equivocadas. En la corteza motora, situada en el lóbulo frontal y encargada de nuestras funciones voluntarias, encontramos una representación de nuestro cuerpo pero mal dimensionada y recibe el nombre de homúnculo.
Una de las partes más importantes del cerebro es el hipocampo, con forma de caballito de mar, que se encuentra en los lóbulos temporales y se encarga de la memoria, visión espacial y orientación. Está altamente implicado por tanto en la generación y recuperación de recuerdos, de forma que enfermedades que afectan al hipocampo, como la demencia o el Alzheimer, pueden provocar pérdidas de memoria o amnesia. También está relacionado con los procesos mentales referidos a la producción y regulación de estados emocionales.
La amígdala, con forma de almendra, es un conjunto de núcleos de neuronas localizadas también en la profundidad de los lóbulos temporales y está implicada en el control de nuestras emociones hasta el punto de ser el procesamiento y almacenamiento de reacciones emocionales su papel principal. Es el centro de nuestro control emocional. Permite por tanto asociar a las experiencias vividas sensaciones de gratificación o miedo, gestionar estas emociones y aprender de ellas. Además de afectar al proceso de aprendizaje, la amígdala afecta a la estructuración de recuerdos ya que los recuerdos se asocian con estados emocionales permitiendo la consolidación de dichos recuerdos. De esta manera, incluso cuando el hipocampo falla en la recuperación de un recuerdo en la memoria, la amígdala puede preservar el recuerdo emocional correspondiente, siendo posible percibir sensaciones ante diversas situaciones sin recordar exactamente por qué. Dado un evento traumático en el que puede sufrirse estrés, el recuerdo de lo ocurrido puede no ser conservado pero sí se conserva un recuerdo en la memoria emocional.
¿Por qué se contagian los bostezos? ¿Qué explicación tiene un déjà vu? ¿Es la risa terapéutica?
El contagio de los bostezos tiene su origen en la corteza motora primaria del cerebro, depende de la excitabilidad cortical y de la inhibición fisiológica de nuestra corteza. Podemos tratar de resistirnos al contagio de un bostezo pero nuestra capacidad para resistir un bostezo es limitada, cuanto más lo aguantamos más lo necesitamos.
Los déjà vu teóricamente tienen lugar en el momento en que los lóbulos temporales están percibiendo algo y a la vez se activa la búsqueda de recuerdos en la memoria, produciéndose un conflicto entre la sensación de recordar algo y reconocer que aun no lo hemos experimentado.
Y por último… ¿qué resultado creéis que tiene la risa en este órgano que es nuestra “alma”? La risa activa el córtex cerebral, libera impulsos eléctricos, endorfinas, oxitocina y dopamina, y reduce los niveles de cortisol, la hormona del estrés. Existen pocas cosas que dejen una mejor sensación de relajación y plenitud que reírse de verdad.
“Si el cerebro fuera tan simple que pudiéramos entenderlo, seríamos tan simples que no lo entenderíamos”
George E. Pugh